martes, 20 de enero de 2009

NECESITAMOS UNA NUEVA CULTURA (Parte II)


Por: Laureano Mones Cazon
6 de agosto de 2008



“En esta segunda parte, se nos propone pensar en la posibilidad de implantar una cultura centrada en el trabajo. La conciencia de su necesidad es imprescindible para que pueda surgir un nuevo sistema de ideas. Se presentan algunos temas para favorecer la discusión.”

La crisis de Argentina es la crisis de una cultura. Nuestros próceres basaron su proyecto de nación en un completo sistema de vida. Este sistema se basó en varias ideas centrales: la libertad y el derecho, el respeto por el trabajo y sus frutos, la valoración del esfuerzo, la educación como camino de superación y la idea de la riqueza de la tierra. El lema de la Sociedad Rural Argentina "Cultivar el suelo es servir a la Patria" reflejaba con enorme claridad una idea fundamental del exitoso sistema aplicado por la generación del 80. Este lema sirvió a la Nación entera y fue adoptado por sus habitantes. De alguna manera, el argentino se sentía, y aún se siente, "rico" por el solo hecho de habitar un país con abundantes recursos naturales. Esta última idea, a pesar de las continuas crisis, aún persiste con ribetes casi mitológicos. Muchas frases hechas demuestran esta creencia. Por ello, el argentino medio no alcanza a entender el desarrollo alcanzado en países con muy escasos recursos, cuyas poblaciones, hasta hace pocos años, han estado sumidas en la pobreza y el atraso. Hoy nos superan en el nivel de vida y gozan de proyectos y perspectivas nacionales mucho más atractivos. Quizás, esta creencia en la riqueza "dada", que puede adquirirse sin esfuerzo, sea una de las causas de nuestro deterioro. El esfuerzo, para los que se creen ricos, no parece necesario, razonable ni inteligente. Además la cultura inicial ha ido modificándose paulatinamente y hoy es difícil de reconocer. Muchas otras ideas básicas del sistema original se han perdido y se "cree" en otros valores que no parecen aptos para conducir a un pleno desarrollo del ciudadano ni de la sociedad.
Las culturas inician su desarrollo o su modificación a partir de crisis que ponen en riesgo la subsistencia de un grupo humano. Los antepasados de los venecianos tuvieron que enfrentarse con el exterminio, a manos de Atila, para decidirse a aceptar lo que tenían por delante –un pantano- y desarrollar, desde esa realidad, una cultura floreciente. Es posible que el momento actual de nuestra patria, luego de tantos períodos infecundos y crisis injustificables, pueda ser el momento adecuado para dar origen a una nueva cultura argentina.
Toda cultura se centra siempre en un valor determinado. Debe ser un valor simple y fácilmente captable. La cultura griega se centra en la sabiduría; la romana en la justicia, la norteamericana en la libertad, la europea actual en los derechos de cada persona, etc.
Nuestro país podría pasar de un sistema basado en las riquezas naturales a un sistema basado en las riquezas del hombre, que deben ser adecuadamente cultivadas, para que éste desarrolle sus potencialidades.
En otras palabras, se trata de una propuesta para dar vida a una cultura del
trabajo. ¿Es posible imaginar una cultura semejante? Se trataría de una experiencia
histórica que, a primera vista, puede parecer poco original, porque el trabajo siempre ha
formado parte de la vida de cualquier sociedad. Sin embargo, no ha habido hasta ahora
una civilización que haya tenido al trabajo como el centro mismo de su identidad
cultural.
Este desarrollo se nos debe presentar como una necesidad. Si no, no tendrá consistencia ni proyección hacia el futuro.
Para el desarrollo de una cultura cuyo centro sea el trabajo, podemos imaginar un lema como: "Trabajar bien es servir a la Patria". El anterior lema de la Sociedad Rural seguirá vigente, pero integrado en el nuevo, que amplía el horizonte. Un patriota trabajará mucho y bien. Ayudará a sus conciudadanos, a través de su trabajo, a ser más, a saber más, a comprender más, a servir más. Contribuirá a la educación, al cultivo de las virtudes, a la adquisición de habilidades útiles, a elevar las aspiraciones, a pensar con grandeza, a sentir orgullo por el trabajo bien hecho y terminado, a admirar la belleza, a vivir en la verdad, la lealtad y la alegría. Es decir que cada uno, en su actividad, dará lo mejor de sí colaborando en hacer mejores a los demás. Una cultura valiosa expresa y promueve la dignidad del hombre de la mejor manera posible.
Para desarrollar esta cultura hace falta una nueva visión del hombre. La forma como definimos a la persona es una clave cultural profunda. En nuestra sociedad está difundida una idea de persona donde su realización se entiende a través de un vivir para sí misma. Es necesario pasar a una visión de la persona como ser para los demás, cuya realización se concreta en el servicio a los que nos rodean. Este servicio se pone de manifiesto especialmente por medio del trabajo. El trabajo es una dimensión humana esencial, a la que los hombres dedicamos la mayor parte de nuestra vida. Nuestra vida familiar y social se configuran desde nuestra profesión (manual o intelectual) y nuestra dignidad se apoya, entre otras realidades, en nuestro trabajo. Sin él, la vida e incluso el descanso pierden sentido. Esta concepción de realización personal a través de nuestro trabajo –visto como servicio a los demás- es el cambio más difícil de lograr para alcanzar esta nueva visión antropológica.
Este concepto de persona deberá ser el centro de nuestra nueva cultura y, por tanto, el
alma de la nación.

Continúa en Necesitamos una nueva cultura (Parte III).

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